Marta Quéliz Santo Domingo, RD José Guillermo y José Armando son unos gemelos a los que sus tres años les sorprenderán en el confinamiento. Pese a su corta edad, saben que no es normal que tengan un mes sin salir de su casa. Son pequeños, pero tienen un estilo de vida que incluye salir todos los días desde las 7:00 de la mañana al maternal donde permanecen hasta las 5:00 de la tarde. El distanciamiento físico también ha trastornado su cotidianidad. La vida de Aarón, de Dara, Jana, Lucas, Amanda, Heylis, Kiara, William, Axell y de muchos otros niños pequeños no es distinta a la de los gemelos. Saben que algo no anda bien, y su forma de manifestarlo es recurriendo a lo que saben hacer perfectamente: estar inquietos. Tienen a los padres “al volar” como se dice popularmente. Han tenido que ingeniárselas para ayudar a sus hijos a quemar esas energías, que lamentablemente se les ha recargado con la presencia del Covid-19 en el país y el confinamiento que obliga a guardar. Sin embargo, que estén en la primera infancia, ayuda un poco. A su corta edad es más fácil que duerman, que jueguen, que vean televisión y que hagan actividades propias de su edad. Cuando la “puerca retruerce el rabo” es cuando pasan de los cinco años. Si no lo cree, pregúntele a los padres que tienen hijos a partir de ahí. Ahora no sólo deben ser sus maestros, también tienen que ser sus entrenadores, sus acompañantes de juego, sus psicólogos, sus téc nicos de informática para ayudarles cada vez que se les friza su table, por ejemplo, y por si fuera poco, hasta sus payasos. “No es fácil. Es algo que ya no nos atormenta por estar encerrados, es que son muchas cosas las que nos han tocado a los padres. Todo ha recaído sobre nosotros. Muchos trabajamos desde la casa, debemos hacer los quehaceres del hogar, y ser ‘todólogos’ para que nuestros niños no se vuelvan locos o se traumaticen con esta situación”, lo cuenta un tanto atormentada Claritza Dumas, madre de dos niñas: una de cinco y otra de siete años. Como ella, se encuentra Kathia Rijo. “De verdad que no es solo todo el trabajo que tenemos encima, es también la carga emocional. No soporto y sé que a muchos padres les pasa, ver a mis hijos encerrados en estas cuatro paredes. Es difícil, muy difícil…”. Ya no habló más. La asaltó el llanto y la desesperación que invade a muchos progenitores por la situación que mantiene a la humanidad en vilo. Ella tiene tres hijos: de tres, seis y 10 años. Estrato social distinto Mientras los niños de clase social media o alta tienen la oportunidad de jugar con sus aparatos electrónicos, tomar el sol en el patio, y quién sabe si hasta darse un chapuzón en la piscina de su casa, los de los barrios se deleitan volando una chichigua, yendo a la casa de los amiguitos más cercanos, y hasta ayudando en las tareas del hogar. “Cuando termina sus clases, la niña mía, me pregunta que en qué me ayuda, y se pone a barrer a sacudir el polvo y hasta a trapear. En la tarde juega muñeca ella sola, porque aunque en los barrios la gente no está guardando la cuarentena al cien por ciento, nosotros no dejamos salir a los muchachos”, lo comparte Gloria Rosario, quien reside en El Abanico, de Herrera, y tiene una niña y dos varones. Otras personas han tenido que salir a la calle con sus niños al hombro, debido a que tienen que hacer diligencias fuera y no tienen con quién dejar a sus pequeños. Saben que los ponen en riesgo, pero igual, lo ponen si los dejan solos. Así lo dice María Josefina Alcántara, madre soltera. Testimonio Aimée es la madre de los gemelos José Guillermo y José Armando. Según relata, para ellos y para ella, todo ha sido muy caótico. No solo es tener que lidiar con dos niños, sino con los cambios que esta situación ha provocado en ellos. “Al principio de la cuarentena se acostaban y despertaban temprano como de costumbre, pero ahora es lo contrario: se acuestan tarde y se le- vantan tarde. Han tenido trastorno con la comida, en el cambio de humor, no quieren hablar con nadie cuando los llaman, ni con su abuelo a quien aman con locura. Creen que es que él no quiere ir a verlos, como si fueran adultos, lo ignoran cuando él los llama. Realmente, ha sido difícil la situación”, lo cuenta dejando sentir su angustia. TAREAS COMUNES Distracción entre los niños Las actividades que hacen los niños en estos momentos, depende de sus posibilidades, de su estatus social, de la edad y hasta de cómo han asumido este distanciamiento físico. Pero lo cierto es que después de su jornada escolar ‘online’, las actividades que más se realizan son: -Ver muñequitos -Jugar con juegos tradicionales -Utilizar aparatos tecnológicos -Practicar deportes (si tienen áreas para ello) -Comunicarse con sus amigos por Internet (los más grandes hacen ‘zoom’) -Volar chichigua (esto lo hacen más los niños de los barrios) -En ocasiones jugar al ‘veo veo’, adivinanzas y otros en familia.
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