Hoy, 16 de agosto, se conmemora el 156 aniversario de la Restauración de la República, fecha que debe llenarnos de patriotismo y hacernos recordar a esos hombres valientes que se entregaron por la Patria.
La Guerra de la Restauración fue un enfrentamiento bélico entre los dominicanos y España que se llevó a cabo en el 1863 hasta 1865.
España había recolonizado a la República Dominicana, luego de que esta librara batallas importantes contra los haitianos y se liberara del yugo opresor que mantuvieron durante 22 años y declarara su independencia en el 1844.
La idea de volver a ser gobernado por una nación extranjera no fue bien recibida por los nacionalistas quienes gestaron un movimiento que le retornaría al país su soberanía.
Un 16 de agosto de 1863 se llevo a cabo el Grito de Capotillo y con este inició lo que sería históricamente recordado como la Guerra de Restauración.
14 revolucionarios emprendieron esta iniciativa, que luego fue liderada por los generales Gregorio Luperón y Santiago Rodríguez. Estos levantaron la bandera dominicana en el cerro de Capotillo, Dajabón.
La lucha fue exitosa por parte de los dominicanos quienes vieron partir a los españoles en el 1965 y con esto se concluyo esta gesta que retorno la identidad y soberanía a la nación.
En 1861, el general Pedro Santana había arrebatado la presidencia a Buenaventura Báez, quien había quebrado la Tesorería de la Nación con grandes ganancias para sí mismo. Frente a una crisis económica, así como la posibilidad de un nuevo ataque de Haití, Santana pidió a España que retomara el control de su antigua posesión bajo la categoría de provincia, con tan solo 17 años de independencia. Al principio, la monarquía española estaba preocupada, pero con los Estados Unidos ocupados con su propia Guerra Civil e incapaces de imponer la Doctrina Monroe, consideraba que había una oportunidad para reafirmar el control en América Latina. El 18 de marzo de 1861, se anunció la anexión, y Santana se convirtió en gobernador general de la recién creada jurisdicción.
Sin embargo, este acto no fue bien recibido por todos. El 2 de mayo, el general José Contreras lideró una fallida rebelión, y Francisco del Rosario Sánchez encabezó una invasión desde Haití (cuyo gobierno aunque oficialmente neutral, le preocupaba que España afianzase su poder en la zona), pero fue capturado y ejecutado el 4 de julio de 1861.
Eventualmente Santana renunciaría a su cargo en enero de 1862 tras sostener diferencias con las autoridades españolas en Cuba que limitaron su poder y que destituyeron a sus amistades para colocar a peninsulares en los cargos de poder; la reina Isabel II le confirió el marquesado de las Carreras como compensación por sus servicios al Reino.
Las autoridades españolas comenzaron a alienar a la población en general mediante el establecimiento de una política conocida como “bagajes”, que requería que los ciudadanos entregaran cualquier animal de trabajo a los militares españoles sin ningún tipo de garantía de indemnización. Esto fue especialmente problemático en la región del Cibao en el norte, donde los agricultores dependían de sus animales para su sustento. Un segundo factor fue cultural: el nuevo arzobispo de España se horrorizó al descubrir que un gran número de parejas dominicanas no estaban casadas bajo la Iglesia católica romana.
Esta situación se produjo debido al pequeño número de sacerdotes en el país, así como la pobreza y la falta de caminos y transporte para llegar a una iglesia para casarse. Con las mejores intenciones, el arzobispo Bienvenido Monzón quería poner remedio a esta situación en un corto tiempo, pero sus demandas solo irritaba a la población local que había llegado a aceptar el estado actual de los nacimientos “ilegítimos” de forma normal.
Económicamente, el nuevo gobierno también impuso aranceles más altos para los productos no españoles y los buques y trató de establecer un monopolio sobre el tabaco, contrariando a las clases comerciantes también. A finales de 1862, los funcionarios españoles estaban empezando a temer la posibilidad de una rebelión en la región del Cibao (el sentimiento anti-español no era tan fuerte en el sur). Por último, había rumores de que España volvería a imponer la esclavitud y enviar a los dominicanos negros a Cuba y Puerto Rico.
Mientras tanto, España había emitido una orden real en enero de 1862 declarando su intención de recuperar los territorios que Toussaint Lauverture había tomado por Haití en 1794. En un intento de sofocar los disturbios en Dominicana, las tropas españolas habían desalojado a los haitianos que vivían en estas áreas a lo largo de la frontera haitiano-dominicana.
El presidente haitiano, Fabre Geffrard renunció a su posición de neutralidad y empezó a ayudar a los rebeldes dominicanos.