En 2012, cuando Erick (nombre ficticio) tenía cuatro años, su madre fue asesinada por su padre en la provincia Hermanas Mirabal. Su progenitor se entregó a las autoridades y el pequeño se mudó junto a su abuelo materno.
Con tan poca edad ya le habían contado lo ocurrido. Le dijeron los hechos crudos, según cuenta Ana (nombre ficticio de madre adoptiva).
“Ellos (la familia de la madre) trataron de decirle, pero le decían muchas cosas con todo ese dolor, tuvimos que llevarlo a terapia porque se lo decían crudo”, indica.
Durante la etapa de duelo no es recomendable narrar lo ocurrido al niño. El terapeuta José Miguel Gómez detalla que no se le puede ocultar la tragedia, pero tampoco hacerla explícita.
“El duelo no es esconderle la situación, no es hablarle mentira. El duelo es decirle lo que pasó; ahora, hay que saber cuándo decirlo, dónde decirlo, cómo decirlo y a quién decírselo. Esa es la especialidad del terapeuta... Tiene que escucharlo, tiene que dejarlo hablar, que él evacúe su angustia, su rabia, su ira, su ansiedad. Algunos lloran, otros no. Unos se quedan fríos, otros distantes, unos inexpresivos, ahí está la vivencia personal de cada uno”, especifica.
Ante la situación, dos meses después de la tragedia, su tío paterno y su esposa le sugirieron que se les otorgara una custodia legal porque consideraban que el ambiente de su hogar era más propicio para el desarrollo del infante.
Sin oposición, la custodia fue firmada por su abuelo materno.
Ahora están en proceso de adopción del menor de edad, quien vive en la casa junto a sus dos hermanos adoptivos.
“Hay que llevar varios documentos, llevar la custodia del padre que diga que el padre esté de acuerdo, que vengan a chequear dónde el niño vive, si estamos aptos para tenerlo, exámenes médicos y psicológicos, un sinnúmero de requisitos para demostrarles a ellos que de verdad queremos estar con el niño”, explica.
A tan corta edad ya Erick había perdido a ambos padres, una muerta y el otro apresado, y había pasado por la mano de diferentes allegados. Pero al final se quedó con su tío paterno.
Sin quererlo, Erick entró en las estadísticas del 52.4 por ciento de los varones huérfanos por feminicidios.
La madre adoptiva del infante cuenta que es un niño inteligente y alegre, aunque admite que siempre ha sido un poco tímido. Pero no todos los casos son así, una gran parte desarrolla ira, rabia, miedo, depresión y culpa por lo sucedido.
“Siempre juega con sus primos. Ahora mismo está en la televisión viendo videos y cantando”, describe vía telefónica.
El sueño de esta familia reconstruida es que termine el proceso de adopción para llevarse al pequeño a Estados Unidos junto a su padre adoptivo.
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